Pablo de Jevenois Arcillona
El Dioniso egipcio. Titanes y gigantes en el valle del Nilo
Entre los extraños documentos del pasado que nos dejaron
los egipcios, encontramos las figuras de unos hombres gigantescos, que aparecen
por primera vez en los “bastoncillos mágicos” de la XII Dinastía y en algunas
tumbas rupestres de la misma época. No es sorprendente encontrar estos hombres
gigantescos, pues todas las culturas antiguas nos hablan de ellos. Pero es
curioso que esta tradición no aflorara en Egipto hasta tan tarde, el Imperio
Medio, no encontrándose imágenes de estos seres gigantescos ni en el Predinástico ni en el Imperio Antiguo. Sin embargo, cuando
aparecen aquellos seres gigantescos, lo hacen ya con un modelo iconográfico
completamente definido, dentro del imaginario egipcio, muy diferente a sus
antecesores y coetáneos mesopotámicos.
Sus
imágenes más arcaicas nos los presentan de frente, y totalmente desnudos, en
contra de los cánones artísticos de los egipcios, como si quisieran subrayar su
alteridad con respecto a Egipto, pertenecientes así a otro mundo u otra
cultura. Tienen una abundante cabellera de aspecto leonino, y manteniendo una
postura erguida con las piernas abiertas, exhiben unos monstruosos penes.
Ninguno de aquellos primitivos gigantes egipcios aparece conectado con seres
humanos. Aparecen solos, aislados, fuera de un contexto descriptivo. Podemos
preguntarnos que querían decir los egipcios con esas extrañas representaciones,
a que ciclos mitológicos pertenecían, tan antiguos, que ya solo retazos
inconexos han llegado hasta nosotros.
Más tarde,
desde el Segundo Periodo Intermedio, los gigantes egipcios aparecen integrados
en el mundo funerario, en el Libro de los Muertos tebano, tanto en imágenes
semejantes a las de los “bastoncillos mágicos”, como en imágenes que
representan a otros extraños gigantes amenazadores, que ya interaccionan con
seres humanos, con egipcios, encarnando en el más allá, a sus enemigos más
primitivos y terroríficos. Nada menos que siete capítulos del libro sagrado
explican fórmulas para defenderse de ellos.
Fue en el
Imperio Nuevo cuando se produjo un cambio fundamental en la iconografía de
estos gigantones. Bes asimiló a gran parte de ellos,
reduciéndoles a enanos patizambos de origen africano. Pero otros, no sólo
mantuvieron aquella singular apariencia que habían heredado de sus antepasados,
sino que aparecen ya integrados en los ciclos humanos, dedicados a la danza, la
música y el sexo. Y con aquella imagen, creada en Egipto, quedaron para siempre
reflejados. Su iconografía no cambiará ya a través de los siglos, ni cuando sus
imágenes y leyendas se expandieron fuera de Egipto, en el primer milenio a.C.
Junto con
los fenicios, fueron los griegos los que recogieron gran parte del caudal
mitológico egipcio, que aun quedaba vivo en el primer milenio a.C., y los que
hablaron de los gigantes egipcios, remontando sus recuerdos a épocas
prehistóricas, como hacen Herodoto y Diodoro. ¿Acaso
las leyendas egipcias de gigantes transmitidas por los griegos se referían a
los gigantes que conocemos de la iconografía egipcia? ¿Eran esos gigantes
egipcios los modelos originarios de otros y dioses griegos?
Efectivamente,
así parecen confirmarlo las leyendas y la iconografía de algunos héroes y
dioses griegos. Tanto Herodoto como Diodoro insistían
en que un gigante civilizador griego tan reconocido como Heracles, no
provendría en su origen de la Helade, sino de Egipto,
siendo el último de los Doce Dioses. Este Heracles Antiguo egipcio sería muy
anterior al Heracles griego, y, según Diodoro,
portaba vestimentas y armas que denotaban sus orígenes pre-neolíticos.
También hablaron los griegos de la llegada por el desierto libio de los
titanes, y de sus luchas por conquistar Egipto, en la última época mitológica
egipcia, la del ciclo de Osiris, Isis y Horus.
Pero los
griegos hablaron sobre todo de Dionisos, el último dios en llegar al Olimpo,
mucho más lúdico que los anteriores, dedicado precisamente a la danza, la
música y el sexo, aunque también al vino y la borrachera. Muchas leyendas mitológicas
aseguraban que era originario de Egipto ¿Fue acaso el Dionisos griego, en sus
orígenes, un dios o un héroe mitológico que acabó introduciéndose en el panteón
heleno?
Tal vez
las características de este dios pre-helénico y las
de su entorno sagrado, reflejadas en su iconografía y relatos mitológicos,
surgidos en la Hélade a partir del siglo VII a.C., y
divulgados en representaciones dramáticas, nos den la clave para entender sus
indudables conexiones con la iconografía egipcia surgida en el Imperio Nuevo,
seiscientos años antes, y con los dramas sagrados de los santuarios egipcios.
De ser ciertas dichas conexiones, las antiguas leyendas egipcias de titanes y
gigantes en el valle del Nilo podrían ser fuente de todo o parte del ciclo
dionisiaco griego, y de algunos de los más fascinantes héroes y dioses helenos,
cuyos ancestrales modelos mitológicos serían acaso aquellos lejanos e ignotos
gigantes egipcios.